En los últimos años el panorama de las drogas progresivamente se ha complejizado, sumándose a las problemáticas de consumo tradicionales (alcohol, derivados del cannabis, cocaína y demás sustancias psicoactivas), la presencia de una nueva generación de sustancias sintéticas, denominadas genéricamente como “nuevas sustancias psicoactivas” (NPS), que crece rápidamente en popularidad y notoriedad, por ser productos químicos que se comercializan como una alternativa “legal” a las “drogas ilegales” o como una “droga de investigación química”.
Muchas de estas sustancias son fabricadas a escala industrial y distribuidas como euforizantes, productos químicos de investigación, fertilizantes para plantas, sales de baño (en el caso de las catinonas sintéticas), o más recientemente como limpiador de joyas o limpiador de pantalla de teléfonos, comercializadas bajo la etiqueta de productos “no aptos para consumo humano”, situación que les permite no estar sujetas a los controles especiales que reciben los estupefacientes, pudiendo ser ingresadas más fácilmente a los países, por ser declaradas inclusive, con nombres de insumos químicos habituales en la industria.
Bajo este macro, las nuevas drogas generan un grave problema a la hora de querer ejercer un control de su venta y distribución, debido a que se trata de sustancias modificadas químicamente, que cuando son halladas se dificulta el poder identificarlas o difieren en estructura de aquellas que están a la fecha catalogadas como “sustancias ilegales”, por la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC) haciendo que la producción, distribución y uso de las NPS sean cada vez más numerosas, al no estar incluidas transitoriamente en el ámbito de las convenciones de Naciones Unidas sobre drogas; situación que pone a prueba la capacidad de los responsables políticos nacionales e internacionales a la hora dar respuesta a este nuevo y creciente mercado de sustancias psicoactivas de diseño.
Esta realidad supone un claro riesgo para la salud y el bienestar de la comunidad, dado que la toxicidad de la mayoría de estas sustancias aún no ha sido ensayada, pero si han demostrado su potencial daño, al momento de atender los intoxicados por su consumo, y que es mucho mayor que el ocasionado por alguna de las drogas tradicionales.
El mundo de las drogas de diseño psicoactivas está en permanente evolución, con un creciente ingreso de consumidores que buscan nuevas sustancias y un mercado que les ofrece por internet drogas novedosas, en ocasiones muy atractiva, en presentaciones que atiende la demanda actual, haciendo que el número de nuevas drogas emergentes informadas a la UNODC, prácticamente se haya cuadriplicado, entre 2009 y 2015, pasando de 166 a 644, tendencia que sigue en aumento a nivel mundial.
En general, el consumo de estas nuevas sustancias tiende a asociarse a un uso recreativo, pero a ciencia cierta el perfil de sus consumidores es bastante heterogéneo, donde se incluyen desde consumidores ocasionales en entornos festivos, hasta policonsumidores crónicos, que optan por usar estas sustancias porque resultan más accesibles, puras o baratas, o simplemente, porque tienen carácter “legal” al no ser incluidas rápidamente en los listados de sustancias prohibidas bajo control nacional e internacional.
Hoy la realidad nos indica que estas sustancias están apareciendo como adulterantes en las drogas tradicionales (cocaína, éxtasis, LSD), como cortes activos “para estirarlas”, situación que los potenciales usuarios desconocen, y que a la hora de consumirla pueden sufrir reacciones y efectos imprevisibles, que en ocasiones pueden ser extremadamente graves y letales.
Este contexto es el presente en los mercados de consumo, donde cientos de nuevas sustancias psicoactivas, basadas en estructuras químicas primarias diversas (ej.: feniletilamina, catinona, triptamina, piperazina, aminoindano, ciclohexilindoles, benzimidazoles), dan lugar a nuevas familias con numerosos componentes químicos, que intentan emular los efectos de las drogas conocidas. Como el caso de los compuestos cannabimiméticos sintéticos, cuya acción agonista sobre los receptores cannabinoides CB1 y CB2, de forma directa o indirecta, mediante modificaciones enzimáticas u otros mecanismos celulares, lleva a que sea el grupo más numeroso, diversificado y de mayor crecimiento dentro de las NPS en el mercado o las denominadas catinonas o “sales de baño”, que constituyen otra familia de NPS cuyo consumo se incrementa año tras años en todo el mundo. La metilona, la etilona y la MDPV se encuentran hoy entre los estimulantes más utilizados, y son noticia por los graves efectos que ocasionan. Al igual que las fenetilaminas o compuestos “2C”, que son un grupo de drogas psicodislépticas, entactógenas, que han provocado numerosas muertes en consumidores jóvenes y han aparecido en nuestro continente hace aproximadamente tres años.
Habiéndose incautado recientemente miles de dosis de 2CB o Nexus, denominados equívocamente “cocaína rosa”, estos peligrosos alucinógenos ya se han incluido en un reciente decreto de actualización del Listado de Sustancias Bajo Control en Argentina y generan alerta en Colombia.
En definitiva, estas «nuevas» drogas de diseño, que no se refiere necesariamente a su recientedescubrimiento, síntesis o invención, ya que varias de ellas han sido sintetizadas por primera vez hace 50 años, sino porque son sustancias que han aparecido recientemente en el mercado y que no han sido incorporadas a las Convenciones de Naciones Unidas antes mencionadas. De hecho, las NPS son en su mayor parte, drogas similares a las denominadas drogas tradicionales (las variedades más populares tienen efectos similares a las drogas fiscalizadas a nivel internacional como los derivados del cannabis, el éxtasis, cocaína o LSD), producidas para sustituir a éstas a causa de los problemas de calidad, coste o para eludir la legislación punitiva sobre drogas. El estatus legal de las nuevas drogas, está variando día a día, de modo que sustancias que hoy son “legales”, al ser incluidas en los listados de sustancias bajo control pasan a ser ilegales.
Cannabinoides sintéticos (cannabimiméticos de diseño)

Drogas sintéticas que imitan la acción de los cannabinoides, están diseñadas para actuar sobre los mismos receptores en el cerebro que el delta-9-tetrahidrocannabinol (THC), imitando así los efectos psicoactivos del cannabis. Sin embargo, algunas de las sustancias nuevas que dicen ser cannabinoides sintético, en realidad no imitan los efectos del THC. En 2004 comenzaron a detectarse varios cannabinoides sintéticos en mezclas de hierbas para fumar que se vendían por Internet y en tiendas especializadas con diferentes marcas (“Spice”, “Spike”, “K2”,“AKB-48”, etc.). Existe una gran variedad de estos llamados miméticos (sustancias que imitan la acción de otras drogas, sin necesidad de tener similitudes estructurales), que se comercializan predominantemente como mezclas de hierbas, té afrodisíaco, incienso de hierbas y popurrí, que a menudo dicen contener ingredientes “naturales”, a pesar de que generalmente no contienen cannabis, siendo sus principales ingredientes psicoactivos uno o más cannabinoides sintéticos, cuyos efectos son similares a los del cannabis. Pero sin embargo, se han notificado numerosos casos de intoxicación con síntomas severos, que incluyen dolor torácico, infarto de miocardio, convulsiones, ataques de ansiedad, aumento de la frecuencia cardíaca y de la tensión arterial, acompañados de vómitos y desorientación.
Catinonas sintéticas (“sales de baño”)

Es un grupo de drogas que ha crecido notablemente en el último lustro, contabilizando más de 50 nuevos componentes informados por los países miembros de Naciones Unidas. Son compuestos sintéticos con una estructura química relacionada con la catinona, un alcaloide encontrado en la planta de khat (arbusto que crece en el Este de África y el Sur de Arabia, cuyas hojas son masticadas por su efecto estimulante), sus efectos generalmente son estimulantes y bastante semejantes a los de las anfetaminas. Destacando que las variantes sintéticas de la catinona pueden ser más potentes que el compuesto natural y, en algunos casos, mucho más peligrosas.
Las catinonas sintéticas son comercializadas como sustitutos baratos de otros estimulantes conocidos (metanfetamina, cocaína y éxtasis), donde los consumidores las perciben como seguras y más atractivas, a pesar de que su toxicidad y repercusiones en la salud son desconocidas.
Se venden en pequeños paquetes plásticos o de papel aluminio etiquetados como “no apto para consumo humano”, para evadir los controles. Y suelen ser consumidas por vía oral, inhaladas, fumadas o inyectadas.
Los informes de intoxicación y efectos adversos a la salud asociados con el uso de las catinonas “sales de baño, droga zombi o la flakka”, han determinado que estas drogas se conviertan en un verdadero problema para el área de la salud y la seguridad pública, puesto que se han informado efectos de excitación y a menudo de agitación en las personas que han consumido estas drogas, efectos similares a los de otras drogas como las anfetaminas y la cocaína, que elevan el nivel del neurotransmisor dopamina en los circuitos cerebrales que regulan la gratificación y el movimiento. Pueden provocar sentimientos de euforia y un aumento de actividad, además, de aumentar la frecuencia cardíaca y la presión arterial. Los efectos alucinatorios que con frecuencia se informan, son similares a los de otras drogas como la LSD o MDMA (éxtasis), por elevación de los niveles de la serotonina, otro neurotransmisor.
Las reacciones comunicadas frecuentemente en las personas que han requerido atención médica después de usar estos compuestos incluyen síntomas cardíacos (taquicardia, presión arterial alta y dolores en el pecho) y síntomas psiquiátricos como paranoia, alucinaciones y ataques de pánico. Los pacientes con el síndrome conocido como “delirio con excitación” pueden sufrir deshidratación, deterioro del tejido muscular esquelético e insuficiencia renal. En varias ocasiones, la intoxicación con varias de las catinonas sintéticas, ha resultado en la muerte.
Los peligros de las catinonas se ven agravados por el hecho de que estos productos suelen contener otros ingredientes de naturaleza química desconocida, que pueden tener sus propios efectos tóxicos. Sumado a que los consumidores que creen estar adquiriendo otras drogas como el éxtasis, podrían estar en peligro de recibir catinonas sintéticas en su lugar.
Fenetilaminas

Las fenetilaminas, también llamados compuestos 2C, odenominadas NBOMe o Bomba, incluyen una amplia gama de sustancias que comparten una estructura común y que tienen efectos psicodislépticos. Se trata de una familia de potentes alucinógenos que al igual que el LSD son agonistas de los receptores de serotonina 5HT2A, actuando sobre ellos y exacerbando la acción del neurotransmisor serotonina.

Entre los efectos que pueden observarse encontramos los fisiológicos como sudoración, taquicardia, hipertensión, efectos psicodélicos, labilidad afectiva y distorsiones de la percepción, alteraciones del sentido del tiempo, ilusiones de movimientos y alteraciones del juicio.
Las fenetilaminas se comercializan habitualmente en secantes o blotters (un poco más grandes que los utilizados en la comercialización ilícita de LSD).
En definitiva, hoy el desafío que tenemos es poder abordar estrategias preventivas y asistenciales ante las intoxicaciones por NPS, dado que la rapidez con la que están surtiendo el mercado hace que los efectos de la mayor parte de estas sustancias sobre la salud de los consumidores sea un verdadero problema de la salud pública, dada su toxicidad y efectos secundarios a largo plazo. Por ello es imprescindible mejorar las herramientas existentes para su identificación, ampliar el conocimiento para el correcto control de los cuadros de intoxicación y alertar sobre los peligros de su consumo.
Prof. Mg. Aldo Sergio Saracco, médico
Lectura adicional: último informe de UNODC 2017

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